domingo, 17 de noviembre de 2013

Sentir: vivir y morir al mismo tiempo

El ser humano tiene cinco sentidos. Cada uno de ellos nos permite coleccionar experiencias que, muchas veces, convertimos en recuerdos. Gracias a la vista guardamos representaciones gráficas en nuestra mente, podemos recordar los mejores lugares que hemos visitado y también a la gente que algún día conocimos o que continuamos viendo a diario. Por otro lado, el tacto nos hace partícipes de las situaciones que un día vivimos: la temperatura, la suavidad o rugosidad de un objeto, el daño que nos causa un golpe o las cosquillas que sentimos cuando alguien nos acaricia en un punto débil de nuestro cuerpo.

Asimismo, el oído es la herramienta que nos permite escuchar las carcajadas fruto de las cosquillas que hemos mencionado y lo que nos permite saber cómo debemos emitir esos sonidos; es decir, sin oído no sólo dejamos de escuchar lo que ocurre a nuestro alrededor, sino que también perdemos la capacidad para saber producirlo. Destacaremos que son las papilas gustativas las que se ocupan del sentido del gusto; son éstas las que detectan el sabor amargo, ácido, dulce o salado de bebidas y alimentos. Por otro lado, la cavidad nasal es la que se ocupa del olfato que nos permite distinguir entre más de 10.000 aromas, algunos inolvidables para nosotros.

                          

Pero, ¿qué pasa si alguno de estos cinco pilares falla? La respuesta de nuestro cuerpo no es venirse abajo, sino todo lo contrario. Los sentidos que quedan intactos experimentan un proceso de desarrollo superior a las posibilidades que tenían anteriormente, es decir, se compensan. Las personas que padecen una ceguera parcial o total de forma permanente son un claro ejemplo; éstas, desarrollan mucho más los sentidos que no están afectados y pueden llegar a desenvolverse con normalidad gracias a la mayor precisión del resto de herramientas sensoriales. Por tanto, el mecanismo sensorial de los seres humanos parece estar perfectamente diseñado, pues es capaz de adaptarse a las necesidades de cada persona.

No obstante, todas las ventajas de este sentir se puede volver en nuestra contra. Con esto me refiero al momento en el que una persona padece una enfermedad como el cáncer, la artritis crónica... y otras que van seguidas de dolores muy fuertes. En España sólo hay tres hospitales que tienen una Unidad del Dolor de primer nivel: Ramón y Cajal y Puerta del Hierro en Madrid y el Hospital General de Valencia. Subrayaremos que las distintas unidades del dolor están formadas por un equipo multidisciplinar que tiene como objetivo el tratamiento y alivio del dolor independientemente de su origen. Por todo esto, podemos afirmar que "el dolor en España se trata mal", como dijo la responsable de la Unidad del Dolor del Hospital Infanta Sofía, María Madariaga.

Es importante saber lo que supone el dolor para nosotros. Podría definirse como una experiencia sensorial desagradable como consecuencia de una lesión o enfermedad. Sin embargo, también podemos hablar de un dolor psicológico, es decir, lo que sentimos cuando fallece alguien cercano a nosotros, un desengaño, etc. Esta sensación hace que nos sintamos mal pero, al mismo tiempo, es un mecanismo de alarma necesario para las personas, ya que la mayoría de las veces, permite que establezcamos nuestros propios límites. Con el dolor dibujamos una línea divisoria que separa lo que podemos hacer y lo que está fuera de nuestro alcance, tanto a nivel físico como psicológico. 

Con todo esto, podemos llegar a la conclusión de que los sentidos son un privilegio para nosotros, ya que son los que nos permiten entrar en escena, tener un pasado lleno de malas y buenas experiencias. Pero, no podemos olvidar que todo este escenario sensorial puede derrumbarse en cualquier momento para hacernos víctimas de nuestra propia historia. La posibilidad de ver, escuchar, oler, degustar y tocar algo puede convertirse en una pesadilla y hacer que queramos vivir impermeables a nuestro sentir, lo que sería vivir y morir al mismo tiempo. 







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