lunes, 13 de octubre de 2014

Wïná na awa

El agua es el principio básico para muchas cosas. Sin ir más lejos, la vida en nuestro planeta comienza a florecer hace millones de años gracias a la luz y el agua. Este recurso nos da la vida y nos la quita al mismo tiempo. Según UNICEF 400 niños mueren al día por falta de agua. Miles de niños mueren esperando humedecer sus labios, mojar su cara o sumergir su cuerpo en lo que un día les dio la vida y hoy los mata por dentro. 


Entre enero y abril del 2000 tuvo lugar en Cochabamba (tercera ciudad más poblada de Bolivia) lo que se conoce como "La guerra del agua". Todo empieza por la privatización del abastecimiento del agua potable municipal de esta ciudad. Incluso el agua procedente de la lluvia pasaba a ser propiedad de la empresa Aguas del Tunari; se trataba de un consorcio empresarial formado por las empresas norteamericanas Bechtel y Edison (participaban con el 27'5%), las empresas bolivianas A. Pehicevich y S. Doria Medina y la española Abengoa S.A. que participaba con el 25%. 

La privatización de este recurso básico se tradujo en una subida del 50% en el precio de las tarifas. Las familias en esta zona de Bolivia viven con una media de 2€ al día; por tanto, este incremento hizo que muchos niños dejaran de ir a los colegios, no podían permitirse ir al médico, etc. Tras numerosas protestas, la guerra del agua se llevó la vida de un chico de diecisiete años, ató a la cama a muchos otros que quedaron tetraplégicos y mutiló los brazos y piernas de otros manifestantes. La fuerza del agua se llevó consigo la indignación de un pueblo y arrasó la vida de cientos de personas.



De otra fuente de vida, del mismo río Ébola situado en la República de El Congo (África), se descubre en el año 1967 un virus letal que hace que las personas "estallen" por dentro, casi literalmente. Esto sucede en África desde hace casi cuarenta años; aquel primer brote ocasionó 400 muertes y llamó la atención de los epidemiólogos occidentales. El último informe de la OMS recoge 8.376 casos y 4.033 muertes por ébola. No obstante, este virus ha tenido que llegar a Estados Unidos y a España para ser portada, los casos aislados han ganado otra vez a los miles de muertos en África.


"Wïna na awa" significa "allí y aquí" en Lingala, una de las lenguas que se hablan en la República de El Congo. El planeta Tierra está lleno de aire, luz, personas, animales, agua... Un recurso básico que no vale lo mismo aquí que allí, algo tan básico y esencial que puede utilizarse como un arma de doble filo que unas veces te da la vida y otras te condena a la muerte. 

El ébola tampoco es lo mismo allí que aquí. Allí han muerto miles y aquí encontramos casos aislados que se han convertido en el boca a boca más ruidoso de occidente. El estallido del ébola duele más aquí. Nos queda muy lejos el horror de los nigerianos, guineanas y congoleños. Parece que a Occidente no le importa que allí sigan llorando lágrimas de sangre, al fin y al cabo, están lejos.



domingo, 8 de junio de 2014

El veneno y la manzana

El pasado 2 de junio Juan Carlos I anunció su abdicación al trono de España. Según los medios de comunicación, ha sido una decisión meditada con tiempo y consensuada por los miembros de la familia real. Nadie se esperaba esta noticia; los medios de comunicación emitían a tiempo real los hechos y mientras, las redes sociales se inundaban de mensajes, críticas hacia la monarquía y, también, del deseo de proclamar la III República Española. Se convocaron manifestaciones en las plazas importantes de todas las ciudades del país con el objetivo de pedir un referéndum sobre el futuro de una España monárquica o republicana; esa tarde y los días siguientes se vivía un clima de ilusión, incertidumbre, nervios, esperanza y cambio. 



La bandera tricolor volvió a salir por tercera vez en este país a las calles. Pero, como de costumbre, nuestros "representantes" deciden hacerse los sordos y los ciegos. Esto es lo que pasa en nuestro país: los que se supone que nos representan y gobiernan para el pueblo no les interesa lo más mínimo la opinión de la ciudadanía. ¿Qué les pasa a ustedes, "nuestros representantes"? Con cada manifestación y movimiento ciudadano que ignoran están alimentando la sensación de indiferencia hacia la ciudadanía y nuestras ganas de cambio, la de todos los españoles. 

Desde la constitución del actual Estado español en 1936 se han realizado seis referéndums; dos de ellos se efectuaron durante el franquismo y se cuestiona su validez. Dos de los cuatro siguientes se realizaron antes de la entrada en vigor de la actual Constitución y los dos restantes fueron efectuados para decidir si España debía permanecer en la OTAN y para saber si la gente aprobaba el tratado por el que se establecía una Constitución para Europa.


Estos datos muestran la escasa cantidad de referéndums en nuestro país. Desde la aprobación de la actual Constitución (1978) sólo se han realizado dos consultas a los ciudadanos de toda España (para la realización de los Estatutos de Autonomía se han realizado consultas que sólo afectaban las comunidades autónomas determinadas). ¿El "miedo a consultar" a los ciudadanos cabe dentro de un estado democrático? 

Muchos afirman y se apoyan en la creencia de que España no está preparada para un cambio, que la monarquía ha sido muy importante dentro del proceso de transición y que, además, no es el momento, ya que ahora, en un momento de crisis, "hay cosas más importantes". Estoy totalmente de acuerdo con el importante y decisivo papel que jugó la corona española en la transición democrática de nuestro país; sin la figura del rey no habría sido posible la democracia. Pero aquel que un día fue una pieza clave en el progreso de nuestro país llegó al siglo XXI tropezándose consigo mismo y convirtiéndose en noticia por la caza de elefantes en Botswana. 



El argumento de que "España no está preparada para un cambio" hace aguas por todos lados. ¿Cuándo se sabe que un país está preparado para un cambio? En primer lugar, ¿cómo vamos a saber si está nuestro país preparado si no preguntamos? El país lo hacen los ciudadanos, señores. En segundo lugar, la afirmación en cuestión nos recuerda el miedo al cambio; el ser humano es un ser sedentario por naturaleza, la rutina es la opción más cómoda y estable. El cambio asusta, lo entendemos como algo inestable y sentimos incertidumbre y nervios. La historia la escriben los cambios y los avances, así que no debemos tener miedo a seguir evolucionando. 

Otra afirmación en la que se respaldan los monárquicos y los republicanos con miedo al cambio es la de que "ahora no es el momento porque hay cosas más importantes". Considero que no siempre debe de ser el momento para hacer algo y menos si es para cambiar nuestra cómoda realidad. La situación de crisis en la que vivimos no es sólo económica; están cayendo los valores y la ética que forjan los cimientos de nuestra sociedad. ¿Cómo no va a ser el momento de plantearnos el futuro del país y sus ciudadanos? Ni la crisis económica ni la inestabilidad de los mercados debe cerrar la boca a la voz de la ciudadanía. No veo un momento mejor para plantear un cambio en un sistema que parece estar literalmente podrido.


Los representantes y gobernantes españoles han convertido nuestra sociedad en la manzana del cuento de Blancanieves. Los casos de corrupción de los políticos y la casa real, entre otros, son la bacteria más potente en el proceso de putrefacción de la joven democracia española. Nos venden una democracia real, una manzana joven que el gusano de la corrupción, las mentiras y los engaños está pudriendo por dentro. Además, el bocado a esa manzana, la crítica hacia la sociedad, quieren que nos aburra y adormezca e intentan conseguirlo tapándose los ojos y los oídos a lo que ocurre en las calles cada día. 

Parece que nunca es el momento de algo, hasta que ese algo encuentra su momento. El hecho de pensar en el cambio no debe darnos miedo. Nunca es tarde para quitar el veneno a la manzana, el veneno que la está pudriendo.



lunes, 21 de abril de 2014

¿Homo sapiens sapiens?

El lenguaje humano es el resultado de una combinación de letras y sonidos que, ordenados, constituyen palabras o significantes a los que se les atribuye un significado. ¿Existe alguna relación entre estos conceptos? ¿Podemos establecer algún tipo de relación entre la palabra "mesa" y el concepto o idea que tenemos de este objeto? ¿Hay algún motivo por el cual atribuimos una palabra concreta a un objeto o concepto? 

La mayoría de los términos que guardamos en nuestro diccionario mental no establecen ninguna relación directa entre el significante y el significado, es decir, que ninguno de estos surge como consecuencia directa del otro (esto explica que cada lengua utilice palabras distintas para denominar los mismos objetos). 



El ser humano o Homo sapiens sapiens (del latín hombre sabio) es el único capaz de expresar sus pensamientos, sentimientos, razonar, imaginar, compartir y comunicarse. Somos animales sociales que creemos estar por encima de los primeros Homos, como fueron el Homo habilis y del Homo erectus, entre otros. Parece que nuestros antecesores no gozaban de la capacidad emocional y de raciocinio de la que presumimos ahora y que da nombre a nuestra especie "el ser humano". Además, somos más longevos, ya que la esperanza de vida de muchos de nuestra especie ha superado los cien años, algo impensable para la mayoría del resto de animales del planeta.

Dicen que antes de morir, cada persona ve pasar los peores y mejores momentos de su vida muy rápido, en forma de imágenes. Ahora nos preguntamos, ¿cómo sería el carrete de fotos de la vida de un ser humano si hoy, en el 2014, rondara los cien años de edad? Una de las posibles respuestas es que tal vez no haya carrete. Sí, claro. Es muy probable que haya desaparecido entre guerras mundiales, genocidios humanos... o tal vez haya quedado enterrado bajo los muros y verjas que separan a los del "primer" y "tercer mundo". También puede haberse quemado en algunos de los muchos atentados terroristas que ha sufrido el mundo en este último siglo o quizás se haya perdido en el avión fantasma de Malaysia Airlines. 



Pero, ¿y si no ha desaparecido? ¿Qué podríamos ver? Seguramente el carrete de imágenes de este ser humano esté lleno de cosas inhumanas o a lo mejor la persona en cuestión no puede permitirse comprar el carrete de su vida. ¿Puede suceder esto? Hoy todo tiene un precio, todo parece girar entorno al dinero. Dependiendo del nivel adquisitivo de cada persona, las imágenes que veremos nuestro último instante de vida podrían formar parte de las revistas del periodismo rosa o de un panfleto de Médicos sin Fronteras o cualquier otra ONG. 

¿Es todo esto de ser humanos? ¿Somos tan sabios como dice el nombre de nuestra especie? La palabra "humanidad" parece deslizarse hasta desaparecer de este nombre. Se convierte en una serpiente que, en el momento menos esperado, muerde a la sabiduría que se supone que nos diferencia del resto y la envenena hasta la muerte. 

Estudios realizados por biólogos y científicos afirman que los humanos y los bonobos son de las únicas especies que realizan el acto sexual cara a cara; esto hace pensar que hay una serie de implicaciones emocionales que nos diferencian del resto. Nuestra naturaleza muestra que sí hay algo por lo que podemos considerarnos diferentes. Por tener en nuestro nombre lo poco que queda de lo que realmente significa ser humano no debemos pensar que estamos por encima de los demás. ¿De verdad somos Homo sapiens sapiens?

lunes, 10 de marzo de 2014

Cuando se olvidan de las personas: 11-M

La  RAE (Real Academia Española) define el término terrorismo de la siguiente manera:
1. Dominación por el terror
2. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir el terror

A nadie le cabe la menor duda de que lo que ocurrió el 11 de marzo de 2004 es terrorismo. Más de diez explosivos estaban programados para acabar con la vida de los pasajeros de cuatro trenes de la red de cercanías de Madrid esa mañana. Y así fue, la mayoría de los explosivos, que se alimentaban por un teléfono móvil, quitaron el aliento a 192 personas y dejaron un rastro de 1857 heridos. Se calcula que 34 murieron en la estación de Atocha, 63 en Téllez, 65 en El Pozo, 14 en Santa Eugenia y 15 en los diferentes hospitales. 

Al principio la gente pensó que se trataba de un accidente sin importancia; la sociedad española empezó a ser consciente de la magnitud del problema cuando el número de víctimas aumentaba cada minuto que pasaba. ¿Quién se iba a imaginar que nuestra sociedad se enfrentaba al mayor atentado terrorista de la historia de Europa? De la boca de muchos salieron las palabras "¿quién ha sido?". El Partido Popular parecía tenerlo claro desde el principio "no descartábamos la opción de ETA conforme evolucionaban los acontecimientos". Pero, ¿cómo fue esta evolución?

Lo cierto es que, pocas horas después de la tragedia, el cuerpo nacional de policía descartaba la versión que hemos mencionado, ya que no había nada que apuntara hacia esta dirección (no era el tipo de explosivo que utilizaba la banda habitualmente ni el procedimiento). Aún así, se detuvo a 120 etarras y el PP siguió con su versión original; faltaban unos días para las elecciones nacionales y el atentado coincidió con la jornada de reflexión de los ciudadanos. El PSOE ganó las elecciones y después de esto el expresidente Aznar calificó al horrible suceso del 11 de marzo como "un atentado que no sólo buscaba acabar con la vida de muchos, sino también hundir a un gobierno". 


Entramos entonces en un sinsentido partidista donde cada partido se dedica a echarle la culpa al otro. La mayoría de ciudadanos no se conformó con la versión que ponía a ETA como culpable. Aznar y su apoyo a la guerra de Irak promovida por el presidente George Bush se convirtieron, para muchos, en la causa principal de aquellos atentados. Todo esto, según Aznar, "ayudó a derribar un gobierno".

Como bien dice Pilar Manjón (portavoz de la Asociación de Víctimas del 11-M), "las víctimas de aquella atrocidad se convirtieron en las marionetas de aquel vergonzoso espectáculo de dialéctica partidista". Lo peor que puede hacer un gobierno es olvidarse de las personas, de las verdaderas protagonistas de aquella barbarie. Nuestros supuestos "representantes" prefirieron lanzarse bombas entre ellos y se olvidaron de las bombas que mataron a aquellas casi 200 personas.


Por todo esto, dedico mi entrada a aquellos niños, ancianos, madres, parejas y estudiantes que perdieron la vida en aquel tren. Mañana se "celebra" el aniversario de esta catástrofe humana. Personalmente, considero que el 11 de marzo de 2014 no es para "celebrar" nada, sólo debe servir para que la sociedad reflexione sobre lo que ocurrió, para evitar que caiga en el olvido y para recordarnos que no se debe dejar de luchar por un relato de memoria justo.


domingo, 9 de febrero de 2014

Para siempre

José Luís Sagüés falleció con 63 años la semana pasada. Su nombre pasa a formar parte de la lista de personas que han desafiado el sistema; un sistema que marca los límites de nuestra vida, desarrollo personal e, incluso, llega hasta el punto de decidir cuando podemos dejar de existir. En todo el mundo se habla de derecho a la vida, pero sólo en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, algunos Estados de EEUU y Australia se contempla el derecho a dejar de vivir, es decir, morir dignamente. 


Pero, ¿podemos entender esto? ¿Se puede morir dignamente? Vivimos desde que nacemos, sólo vemos a la muerte pasar de largo, cerca de otros, muy pocas veces nos la imaginamos cerca de nosotros. Contemplamos el final de muchas vidas en las guerras, catástrofes naturales, enfermedades letales, muertes súbitas, inesperadas...es algo inevitable. Entonces, ¿puede alguien querer o buscar el fin de su historia? Y, ¿por qué no?

Si buscamos en el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) los términos muerte y vida encontramos las siguientes acepciones que observamos en las imágenes. 

Como vemos, el término muerte se relaciona con el fin de la vida, destrucción, aniquilamiento... mientras que vida se define como fuerza interna sustancial, unión del alma y el cuerpo... La diferencia está en la décima acepción de esta última palabra: ser humano. Esto refleja la relación que mucha gente hace; la vida forma parte del circuito cerrado que envuelve a la figura del ser humano, pero no pasa lo mismo con la muerte. 

La dejamos de lado, olvidamos que forma parte de nuestro proceso natural: nacer, crecer, vivir y morir. Lo curioso es que hemos acostumbrado a nuestros ojos a ver este suceso como algo injusto, temprano... construimos un muro de contención tan grueso y tan fuerte en la forma de entender esto que las mismas religiones apuestan por otra vida detrás de la muerte.

Cada persona tiene una forma de ser, rasgos físicos y personalidad que le hacen diferente a los demás. Pero lo que todos hacemos, sin haberlo elegido, es vivir. Somos afortunados y desgraciados por ello; la oportunidad de existir parece tener prevista esta injusticia y nos pone en bandeja la opción de dejar de hacerlo. Es el sistema quien nos aleja de esta libertad de elección cuando es capaz de entender la vida como algo digno y una muerte a secas.

Ramón Sampedro, Madeleine Z., Pedro Martínez, Inmaculada Echevarría... son algunas de las personas que lucharon para morir dignamente. José Luís Sagüés forma parte de este grupo y de su boca salieron un día las palabras : "Quiero morir porque amo la vida". Hagamos como un día ellos hicieron; apostemos por los buenos momentos, disfrutemos de ellos hasta el último día y pongamos siempre una sonrisa. Perdamos ese miedo que todos tenemos, el miedo a callar para siempre.

jueves, 30 de enero de 2014

Pulicaria canariensis

Los volcanes son estructuras geológicas que conectan con el interior de la tierra; a través de estos emerge el magma en forma de lava, cenizas o gases. Estos productos geológicos pueden pasar desapercibidos por su inactividad o, al contrario, pueden pasar a formar parte de la historia por algunas de las destructivas explosiones que pueden llegar a producir cuando están activos. 

Podríamos comparar los volcanes con gigantes o monstruos dormidos, pues los peores de ellos se han llevado consigo vidas, han arrasado pueblos, casas y familias enteras. Es tal la capacidad destructora de estos gigantes, que nadie quiere vivir cerca de ellos, ya que parece imposible imaginar vida en sus alrededores. 

La pulicaria canariensis que da título a esta entrada es una de las especies vegetales que habita en tierra volcánica. Esta flor no teme a la capacidad destructora que caracteriza a los gigantes dormidos donde crece. Qué contradicción, ¿no? La vida parece abrirse paso en la piel de algo que, si despierta, no dejará ni rastro de su existencia. 


Este año se conmemorará el centenario de la Gran Guerra (1914 -1918); recordaremos que el más terrible de los volcanes despertó a principios del siglo XX para enfrentar a las grandes potencias del mundo y organizarlas en dos bandos: la Triple Alianza y la Triple Entente. Las cenizas que produjo este gigante tiñeron el cielo de esos cuatro años de sangre, miedo y el horror de la guerra. Los datos muestran que en este conflicto bélico participaron más de 70 millones de soldados, de los cuales 9 resultaron muertos y 6 se convirtieron en discapacitados. 


Muchos pensaban, como el viudo de Dorothy Ellis, que "era la guerra que iba a acabar con todas las guerras". Pero la Segunda Guerra Mundial dejó más que claro que el conflicto no acababa ahí. Tras estos dos gigantes, el volcán de la guerra parecía haberse detenido. Ahora llegaba el momento de reconstruir las ciudades que habían sido el escenario de gritos, miedo y llanto. Europa tenía que hacer como el ave fénix: resurgir de las cenizas.


Las catástrofes humanas quedarán grabadas en los campos de concentración, las paredes, calles y esquinas que escucharon los disparos contra civiles... Pero sobre todo, en nuestra memoria. Un siglo después, pocos supervivientes quedan de aquella tragedia humana; debemos cogerles el relevo. Reconstruyamos lo destruido, no cerremos los ojos para evitar ver las cenizas que quedan de aquel destructivo gigante. Hagamos como la pulicaria canariensis, agarremos nuestras raíces con la fuerza que escupe un volcán para seguir creciendo en nuestro monstruoso mundo.


miércoles, 22 de enero de 2014

La cabeza en la tierra, los pies en el cielo

Las hormigas son unos insectos sociales que forman colonias en cavidades naturales. Estas colonias pueden estar formadas por millones de estos animales. A veces, parece que toda una colonia se pone de acuerdo para producirnos esa sensación que tan poco nos gusta y a la que los humanos  nos referimos con la expresión "se me han dormido los pies". Este incesante cosquilleo nos produce rabia y puede llegar a ser desesperante cuando parece no tener fin.

Muchas veces, a parte del pie, se nos duerme una mano, incluso una pierna o las dos. Como solución, empezamos a mover cada una de estas partes del cuerpo, cada vez más y más rápido hasta que desaparece esta sensación. Y es que el cosquilleo que producen estas "hormigas" en nuestros pies no son unas cosquillas cualquiera.  

Nuestro punto de apoyo está compuesto por una de las partes más fuertes y sensibles de nuestro cuerpo. Digo fuerte porque, aunque no lo apreciemos, es la que soporta nuestro peso cada día, en cada paso y en cada movimiento. Y digo que es sensible porque lo considero una de las partes más vulnerables de nuestro cuerpo; no conozco a nadie que no sufra esta debilidad en nuestro epicentro. 


Pensamos en recorrer mundo pero no caemos en que son nuestras dos piernas con nuestros pies los que nos dan vía libre para hacerlo. Nos imaginamos viendo las mejores vistas, siendo partícipes de las mejores de las aventuras, con la mejor gente...y seguimos sin acordarnos de ellos.

Desgraciadamente, como pasa con la mayoría de las cosas, nosotros, las personas, somos capaces de darle a las cosas el valor que se merecen sólo cuando las echamos de menos, no las tenemos o las hemos perdido para siempre. Cambiémos este bache de sitio y tropecemos con otro escalón; demos gracias de poder hacerlo, sintiendo algo de dolor al tropezar y alegría de poder sentir el roce de la acera con nuestros dedos. Contemplemos lo que ocurre a nuestro alrededor, también, con la cabeza en la tierra y los pies en el cielo.



viernes, 3 de enero de 2014

Nosotros, los capicúa

Los números que conocemos como capicúa son aquellos que empiezan igual que acaban, es decir, que se leen igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha. Podríamos decir que estos números son como "la pescadilla que se muerde la cola", ya que en ese mordisco se encuentran dos cifras iguales; empieza igual que acaba, no hay cambios. 

Un refrán español dice que "El ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra". Con esto se refiere a la facilidad que tenemos las personas de caer en los mismos errores, tropezarnos con obstáculos que ya habíamos superado. La sociedad española ha tropezado con muchas de estas piedras, pero el traspiés más grande siempre se lo han llevado las mujeres. 

Una de las piedras más pesadas en el camino de estas heroínas es la decisión de la interrupción voluntaria del embarazo. Ésta es una práctica que no siempre ha estado regulada; se penalizaba tanto a los que la facilitaban como a las mujeres a las que se les practicaba. Cataluña legalizó el aborto en la zona leal a la II República durante la Guerra Civil Española, pero muy poco después el bando franquista la derogó. Fue en el año 1985 cuando nació una ley orgánica con estos fines; en ésta se despenalizaba el aborto inducido en tres supuestos:  

1) Supuesto terapéutico (riesgo para la salud física de la mujer embarazada - se podía abortar en cualquier momento del embarazo)
2) Supuesto criminológico (violación - se podía abortar durante las 12 primeras semanas de embarazo)
3) Supuesto eugenésico (malformaciones físicas o psíquicas en el feto -se podía abortar durante las 22 primeras semanas de embarazo)

En el año 2010 se promulgó la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Ésta también contempla los tres supuestos mencionados anteriormente y hace posible que las menores de 16 y 17 años puedan abortar sin la necesidad de un consentimiento por parte de los padres. Esta ley se llevó a cabo para garantizar los derechos establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y así lo ha hecho hasta ahora. 

Ahora bien, nuestro actual Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, con el respaldo del Partido Popular y la Iglesia Católica, mostró su desaprobación hacia este avance que existe en la mayoría de los países europeos. Con su propuesta actual, España retrocederá en el tiempo a ritmo de gigante hasta ir más allá de la ley promulgada en 1985. Los supuestos de violación y riesgo para la salud psíquica y física de la madre seguirán igual. Sin embargo, el supuesto de malformación sí se verá afectado; las malformaciones psíquicas no se tendrán en cuenta y las físicas tienen que llegar al punto extremo de que el feto no tenga cráneo o cerebro para que los médicos testifiquen que es necesario abortar. Y, por supuesto, las menores no podrán llevar acabo esta práctica sin autorización.

El derecho a decidir de las mujeres se está viendo afectado hasta el punto que han sido un grupo de hombres los que han firmado la propuesta, los que la han diseñado. Nadie debe tener el poder para elegir cuándo formar familias; vivimos en un Estado, pero no debe ser este quien decida por nuestras vidas. 

La carta de los derechos humanos contempla el derecho a la vida por el que parecen desvivirse nuestro Ministro de Justicia y la Iglesia católica; tal vez entiendan la vida como la pasión de cristo: un camino lleno de sufrimiento y penitencia hasta llegar a una muerte lenta en la cruz. Sólo así puede tener una explicación lógica su posición en este tema, porque ¿quién apoyaría un nacimiento con malformaciones crónicas, incurables y dolorosas para las personas? Alguien que entienda la vida como un camino lleno de sufrimiento que acaba cuando estás muerto.

Podemos concluir que los números capicúa no son los únicos que empiezan igual que acaban. España empieza en un punto, avanza tres pasos de gigante para volver dos atrás o al principio. Los españoles somos como las pescadillas que se muerden la cola y parece que no somos capaces de dar un buen mordisco para romper esta infinita espiral de tropezones contra los mismos obstáculos. Pero así somos nosotros, los capicúa.