jueves, 30 de enero de 2014

Pulicaria canariensis

Los volcanes son estructuras geológicas que conectan con el interior de la tierra; a través de estos emerge el magma en forma de lava, cenizas o gases. Estos productos geológicos pueden pasar desapercibidos por su inactividad o, al contrario, pueden pasar a formar parte de la historia por algunas de las destructivas explosiones que pueden llegar a producir cuando están activos. 

Podríamos comparar los volcanes con gigantes o monstruos dormidos, pues los peores de ellos se han llevado consigo vidas, han arrasado pueblos, casas y familias enteras. Es tal la capacidad destructora de estos gigantes, que nadie quiere vivir cerca de ellos, ya que parece imposible imaginar vida en sus alrededores. 

La pulicaria canariensis que da título a esta entrada es una de las especies vegetales que habita en tierra volcánica. Esta flor no teme a la capacidad destructora que caracteriza a los gigantes dormidos donde crece. Qué contradicción, ¿no? La vida parece abrirse paso en la piel de algo que, si despierta, no dejará ni rastro de su existencia. 


Este año se conmemorará el centenario de la Gran Guerra (1914 -1918); recordaremos que el más terrible de los volcanes despertó a principios del siglo XX para enfrentar a las grandes potencias del mundo y organizarlas en dos bandos: la Triple Alianza y la Triple Entente. Las cenizas que produjo este gigante tiñeron el cielo de esos cuatro años de sangre, miedo y el horror de la guerra. Los datos muestran que en este conflicto bélico participaron más de 70 millones de soldados, de los cuales 9 resultaron muertos y 6 se convirtieron en discapacitados. 


Muchos pensaban, como el viudo de Dorothy Ellis, que "era la guerra que iba a acabar con todas las guerras". Pero la Segunda Guerra Mundial dejó más que claro que el conflicto no acababa ahí. Tras estos dos gigantes, el volcán de la guerra parecía haberse detenido. Ahora llegaba el momento de reconstruir las ciudades que habían sido el escenario de gritos, miedo y llanto. Europa tenía que hacer como el ave fénix: resurgir de las cenizas.


Las catástrofes humanas quedarán grabadas en los campos de concentración, las paredes, calles y esquinas que escucharon los disparos contra civiles... Pero sobre todo, en nuestra memoria. Un siglo después, pocos supervivientes quedan de aquella tragedia humana; debemos cogerles el relevo. Reconstruyamos lo destruido, no cerremos los ojos para evitar ver las cenizas que quedan de aquel destructivo gigante. Hagamos como la pulicaria canariensis, agarremos nuestras raíces con la fuerza que escupe un volcán para seguir creciendo en nuestro monstruoso mundo.


miércoles, 22 de enero de 2014

La cabeza en la tierra, los pies en el cielo

Las hormigas son unos insectos sociales que forman colonias en cavidades naturales. Estas colonias pueden estar formadas por millones de estos animales. A veces, parece que toda una colonia se pone de acuerdo para producirnos esa sensación que tan poco nos gusta y a la que los humanos  nos referimos con la expresión "se me han dormido los pies". Este incesante cosquilleo nos produce rabia y puede llegar a ser desesperante cuando parece no tener fin.

Muchas veces, a parte del pie, se nos duerme una mano, incluso una pierna o las dos. Como solución, empezamos a mover cada una de estas partes del cuerpo, cada vez más y más rápido hasta que desaparece esta sensación. Y es que el cosquilleo que producen estas "hormigas" en nuestros pies no son unas cosquillas cualquiera.  

Nuestro punto de apoyo está compuesto por una de las partes más fuertes y sensibles de nuestro cuerpo. Digo fuerte porque, aunque no lo apreciemos, es la que soporta nuestro peso cada día, en cada paso y en cada movimiento. Y digo que es sensible porque lo considero una de las partes más vulnerables de nuestro cuerpo; no conozco a nadie que no sufra esta debilidad en nuestro epicentro. 


Pensamos en recorrer mundo pero no caemos en que son nuestras dos piernas con nuestros pies los que nos dan vía libre para hacerlo. Nos imaginamos viendo las mejores vistas, siendo partícipes de las mejores de las aventuras, con la mejor gente...y seguimos sin acordarnos de ellos.

Desgraciadamente, como pasa con la mayoría de las cosas, nosotros, las personas, somos capaces de darle a las cosas el valor que se merecen sólo cuando las echamos de menos, no las tenemos o las hemos perdido para siempre. Cambiémos este bache de sitio y tropecemos con otro escalón; demos gracias de poder hacerlo, sintiendo algo de dolor al tropezar y alegría de poder sentir el roce de la acera con nuestros dedos. Contemplemos lo que ocurre a nuestro alrededor, también, con la cabeza en la tierra y los pies en el cielo.



viernes, 3 de enero de 2014

Nosotros, los capicúa

Los números que conocemos como capicúa son aquellos que empiezan igual que acaban, es decir, que se leen igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha. Podríamos decir que estos números son como "la pescadilla que se muerde la cola", ya que en ese mordisco se encuentran dos cifras iguales; empieza igual que acaba, no hay cambios. 

Un refrán español dice que "El ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra". Con esto se refiere a la facilidad que tenemos las personas de caer en los mismos errores, tropezarnos con obstáculos que ya habíamos superado. La sociedad española ha tropezado con muchas de estas piedras, pero el traspiés más grande siempre se lo han llevado las mujeres. 

Una de las piedras más pesadas en el camino de estas heroínas es la decisión de la interrupción voluntaria del embarazo. Ésta es una práctica que no siempre ha estado regulada; se penalizaba tanto a los que la facilitaban como a las mujeres a las que se les practicaba. Cataluña legalizó el aborto en la zona leal a la II República durante la Guerra Civil Española, pero muy poco después el bando franquista la derogó. Fue en el año 1985 cuando nació una ley orgánica con estos fines; en ésta se despenalizaba el aborto inducido en tres supuestos:  

1) Supuesto terapéutico (riesgo para la salud física de la mujer embarazada - se podía abortar en cualquier momento del embarazo)
2) Supuesto criminológico (violación - se podía abortar durante las 12 primeras semanas de embarazo)
3) Supuesto eugenésico (malformaciones físicas o psíquicas en el feto -se podía abortar durante las 22 primeras semanas de embarazo)

En el año 2010 se promulgó la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Ésta también contempla los tres supuestos mencionados anteriormente y hace posible que las menores de 16 y 17 años puedan abortar sin la necesidad de un consentimiento por parte de los padres. Esta ley se llevó a cabo para garantizar los derechos establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y así lo ha hecho hasta ahora. 

Ahora bien, nuestro actual Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, con el respaldo del Partido Popular y la Iglesia Católica, mostró su desaprobación hacia este avance que existe en la mayoría de los países europeos. Con su propuesta actual, España retrocederá en el tiempo a ritmo de gigante hasta ir más allá de la ley promulgada en 1985. Los supuestos de violación y riesgo para la salud psíquica y física de la madre seguirán igual. Sin embargo, el supuesto de malformación sí se verá afectado; las malformaciones psíquicas no se tendrán en cuenta y las físicas tienen que llegar al punto extremo de que el feto no tenga cráneo o cerebro para que los médicos testifiquen que es necesario abortar. Y, por supuesto, las menores no podrán llevar acabo esta práctica sin autorización.

El derecho a decidir de las mujeres se está viendo afectado hasta el punto que han sido un grupo de hombres los que han firmado la propuesta, los que la han diseñado. Nadie debe tener el poder para elegir cuándo formar familias; vivimos en un Estado, pero no debe ser este quien decida por nuestras vidas. 

La carta de los derechos humanos contempla el derecho a la vida por el que parecen desvivirse nuestro Ministro de Justicia y la Iglesia católica; tal vez entiendan la vida como la pasión de cristo: un camino lleno de sufrimiento y penitencia hasta llegar a una muerte lenta en la cruz. Sólo así puede tener una explicación lógica su posición en este tema, porque ¿quién apoyaría un nacimiento con malformaciones crónicas, incurables y dolorosas para las personas? Alguien que entienda la vida como un camino lleno de sufrimiento que acaba cuando estás muerto.

Podemos concluir que los números capicúa no son los únicos que empiezan igual que acaban. España empieza en un punto, avanza tres pasos de gigante para volver dos atrás o al principio. Los españoles somos como las pescadillas que se muerden la cola y parece que no somos capaces de dar un buen mordisco para romper esta infinita espiral de tropezones contra los mismos obstáculos. Pero así somos nosotros, los capicúa.